Teníamos muchas ganas de conocer Cazorla y por fin este fin de semana lo hemos conseguido. Ya desde la carretera el pueblo promete. Enclavado en una de las laderas de la estribación de la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas, no solo nos sorprenden sus dos castillos, sino su blancura y cómo se extiende trepando por la ladera.
Llegamos a la hora de comer y como no podía ser de otra manera aquí en el sur, nuestros anfitriones nos proponen ir de tapas, y así hacemos. No recuerdo el tiempo que hace que no salíamos de tapas, pero lo que no termino de entender es porqué no lo hacemos más a menudo, ya que el disfrutar en una terrazita de unas buenas tapas, acompañadas de una caña, tinto de verano o lo que se tercie, no tiene precio.
Para bajar la comida y desentumecer el cuerpo de las horas de viaje, nos damos una vuelta por el pueblo. Aunque lo que más se promocione es la visita a las ruinas de la Catedral de Santa María y del Castillo de la Yedra, me quedo con los pequeños rincones llenos de encanto que puedes disfrutar a la vuelta de cada esquina y en cada callejón. Me encanta la arquitectura andaluza de callejuelas estrechas, fachadas blancas adornadas con faroles, balcones y muchas plantas.
Como buenos turistas hicimos un pequeño tour en el que visitamos un antiguo molino, el centro de interpretación de la naturaleza del Parque y las ruinas de la catedral. Pero sin lugar a dudas lo más curioso es la bóveda construida para salvar el río Cerezuelo y sobre la que descansan las ruinas de Santa María. Existe un paseo que discurre al lado del río y que permite atravesar esta curiosa cueva hecha por la mano del hombre con el río discurriendo en todo su recorrido.
Y una vez caída la noche y como el frío ya empezaba a llenar las calles, qué mejor que finalizar la excursión con un bollito y un café calentito en la Plaza de Santa María.
El segundo día nos tocaba visitar la naturaleza que esconde el Parque Natural. Partiendo del pueblo de Cazorla, pasamos por el pueblo de la Iruela, con su castillo templario y ascendemos hasta el Puerto de las Palomas, disfrutando del mar de olivares que se extienden por todos lados. Cruzando el Puerto comenzamos a descender entre pinares hasta llegar al Río Guadalquivir y cruzarlo. Aquí a los pinos se les unen otras especies como los quejigos, las coscojas, los chopos y otros árboles caducifolios que le dan un bonito color otoñal que tanto estábamos buscando. Siguiendo el Río Guadalquivir llegamos al Centro de Visitantes del río Borosa, nuestro destino.
Como es la hora de comer, aprovechamos para disfrutar un rato al aire libre saboreando el típico venado en salsa de la zona y acompañándolo de chorizo frito, chuletitas de cordero y otros productos también típicos y deliciosos. Decidimos andar un poco y remontar el río Borosa por una pista que está en muy buenas condiciones y que nos permite disfrutar de este río, de sus cascadas y de rincones con mucho encanto. Qué pena que no hace mucho calor porque cada pocos metros aparecen remansos y pozas de agua cristalina en los que lo que más apetece es darse un buen baño. Este camino llega hasta el nacimiento del río y a la Laguna de Valdeazores, pero como ya es tarde, decidimos darnos la vuelta.
Ya de camino y pegados a la carretera nos encontramos a unos jabalies comiendo. Decidimos parar y disfrutar un rato viéndolos y haciendo algunas fotos. Era la primera vez que me encontraba tan cerca de estos animales vivos. Las niñas, aunque con un poco de miedo al principio, disfrutaron también un montón viendo a la mama y a las crías comiendo a escasos dos metros de nosotros.
La última parada y ya de noche, la hicimos en uno de los miradores que te permiten ver Cazorla desde lo alto y hacer unas fotos del pueblo adornado con sus luces, que como os podréis imaginar también tiene su encanto.
Después de las duchas correspondientes paseíto por el pueblo para ver el castillo iluminado y a cenar, que ya estábamos bastante cansados.
Último día en Cazorla y teníamos que rematar la jugada. Luego íbamos a pasar unas cuantas horas de coche, con lo que nos propusieron dar un paseo remontando el Río Cerezuelo. Desde el mismo pueblo, cerca de la catedral y del centro de interpretación se inicia el camino. Este asciende suavemente siguiendo el río y atravesando parajes realmente espectaculares. Nogales centenarios, higueras y chopos dan al camino un muy bonito tono otoñal, que junto a la vegetación de ribera, verde y frondosa, las cascadas y saltos de agua, hacen el camino de lo más agradable y como ya he comentado espectacular.
Aunque nos quedaba un poco para acabarlo, se nos estaba echando encima la hora de comer, con lo que decidimos coger una alternativa que también venía con sus sorpresas. Al ir ascendiendo por la ribera del río, salimos a un camino que recorre el pueblo desde lo alto, con lo que las vistas de las casas, de la Catedral de Santa María y del Castillo de la Yedra son sorprendentes.
La comida en el Restaurante Mesón Don Chema sensacional. Compartimos tapas deliciosas como taquitos de ciervo con aceite, rin-ran, níscalos en salsa, tempura de berenjenas con miel y otros platos, nos alegran el estómago exahusto y más aún el paladar.
Bueno, sinceramente y como habréis podido comprobar, el fin de semana ha sido alucinante. Sólo me queda agradecer de todo corazón a mis anfitriones el tiempo dedicado, la predisposición, pero sobre todo lo demás el buen trato recibido que me han hecho pasar un fin de semana estupendo.